El decreto N° 66-78 del Congreso de la República, la marimba oficialmente se convirtió en “instrumento nacional”. Pero... ¿acaso no lo era desde antes? ¿Acaso la marimba no es el instrumento musical que mejor ha identificado a Guatemala desde mucho antes de 1978?
El efecto que tuvo esta disposición no fue sino un proceso de valoración jurídica que puede haber contribuido a una valoración
general del instrumento. Sin embargo, como suele suceder con los productos de la cultura popular, cuando un grupo de diputados finalmente decidió otorgarle dicho título, la marimba ya hacía rato ocupaba un lugar preferencial en el imaginario nacional. De hecho, el instrumento pasó a convertirse en el sine qua non de la música chapina después que el maestro quezalteco Sebastián Hurtado creara la marimba cromática (cuyo teclado incluye el equivalente
de las teclas negras en el piano) en las postrimerías del siglo XIX. Esto aumentó enormemente las posibilidades interpretativas
de la anterior marimba diatónica (aproximada al teclado blanco del piano) y le permitió conocer un auge considerable durante la primera mitad del siglo XX.
De ahí en adelante, la marimba se ubica en el corazón de los guatemaltecos como el ánima de sus reuniones sociales. Han surgido
las grandes familias de marimbistas: los Hurtado, los Bethancourt, los Ovalle. Sobresalen, regional e internacionalmente hasta nuestros días, especialistas y ejecutantes virtuosos como Celso Hurtado, Fernando Morales Matus, Robelio Méndez, Baudilio Ordóñez, Lester Godínez. Por una parte se acuña un repertorio de brillantes
obras rapsódicas: El ave lira, Fiesta de pájaros, Clarineros... Por la otra, tantas canciones bien queridas de carácter bailable: El ferrocarril de los Altos, Cobán, Río Polochic, Tennis club, Noche de luna entre ruinas...
La marimba llega a coaligarse con otros instrumentos y se instaura la marimba-orquesta, asimiladora de ritmos norteamericanos y antillanos, muchos de los cuales se siguen cultivando sin mayor desarrollo ni trascendencia artística hoy día, pero de indiscutible presencia aun en eventos de alta sociedad hasta finales de los años setenta. Una casa disquera local cimienta su imperio, ahora muy venido a menos, sobre las grabaciones de marimba. Las innovaciones de Joaquín Orellana y otros compositores académicos ensanchan sus opciones expresivas. El instrumento incluso queda fichado como avisador de zarandeos políticos cuando de pronto suena simultáneamente en todas las estaciones radiales del país, encadenadas, a la fuerza, con la radio estatal: golpes de estado, comunicados de gobierno, disturbios públicos, alteraciones al orden constitucional, en 1963, 1974, 1982, 1993...
Para el momento en que se la proclama útil sonoro nacional (y otras dos décadas más tarde, “símbolo patrio”, con el decreto N° 31-
99, siempre por parte del Congreso de la República), la marimba guatemalteca evidentemente ya había recorrido su propio sendero. De la mano de sus constructores, sus ejecutantes y los autores de su música, nuestra marimba ya había hecho su vida y alcanzado su madurez. Mas, ¿qué ha sucedido con ella desde entonces?
Resulta paradójico y, para algunos, muy incómodo que esto se diga, pero este símbolo de la guatemalidad deambula por extravíos poco convenientes a su sobrevivencia, cabalmente a partir de aquella época. Pese a la frecuencia con que todavía se escucha, en vivo y en fonogramas; pese a los empeños cuidadosos y bien enfocados de varios de sus estudiosos y promotores; pese a la generosidad de docentes que perseveran en su enseñanza inclusive en regiones muy remotas de la patria; pese, en fin, a todos sus méritos y características únicas.
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Su vigencia futura dependerá de una nueva utilidad y, onsiguientemente, de un nuevo repertorio. Del mismo modo que el violín ya hubiera caído en desuso si se limitara a tocar minués barrocos y el piano fuera objeto de museo si no se le pudiera emplear en jazz, salsa y rock, así también nuestra marimba necesita, y merece, la atención de compositores de vanguardia, intérpretes de espíritu amplio y patrocinadores que no la encasillen, con equivocado celo, en tradicionalismos de cajón de recuerdos. Allí está la marimba, lista para tomar otros aires y brillar a otras alturas.
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Escucha la Marimba: "El ferrocarril de los Altos":
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